lunes, 17 de octubre de 2011

El paleolítico de la radio

Entendemos por radiodifusión el conjunto de técnicas y dispositivos para la emisión de ondas electromagnéticas que posibilitan la transmisión de palabras y sonidos a distancia. Este fenómeno sigue un principio físico que consiste en la posibilidad de crear ondas, modularlas y difundirlas a través del espacio. Cuanto más alta sea la frecuencia de oscilación de los electrones en el circuito eléctrico, más viajará por el espacio. El alcance depende de la potencia de salida que tenga el transmisor, que debidamente amplificada puede ser difundida por el aire a grandes distancias y captadas por la antena de un aparato receptor sintonizado en aquella frecuencia.
Es difícil determinar en qué fecha nació la radiodifusión así como saber quién es su inventor ya que no se trata de un acontecimiento singular, sino de un proceso de años donde contribuyeron numerosos investigadores que poco a poco fueron perfeccionando este medio de masas.
James Maxwell, alumno de Faraday, fue quien señaló la posibilidad de crear ondas electromagnéticas que se propagasen en el espacio a la velocidad de la luz, formuladas a través de lo que hoy se conoce como las ecuaciones de Maxwell. La validación de estos dos científicos, profesor y alumno, vino de la mano del alemán Hertz, quien logró confirmar empíricamente la existencia de las ondas electromagnéticas, que desde ese momento pasaron a llamarse hertzianas, con propiedades similares a las de la luz.
Caben destacar otras contribuciones determinantes como son: La del francés Branly que inventó el cohesor, un pequeño tubo de cristal cuyo interior tenía limaduras metálicas que reaccionaban ante la presencia de una onda hertziana; la del ruso Popov quien diseñó y construyó la primera antena.
En 1895, Marconi fue capaz de realizar transmisiones inalámbricas entre dos puntos distintos, que tras sucesivas pruebas incrementó la distancia paulatinamente hasta los 2400 metros. Pero sin duda, el éxito más relevante lo tuvo en diciembre de 1901 al captar en una estación ubicada en San Juan de Terranova (Canadá) las tres señales correspondientes a la letra “S” del código Morse que le enviaban sus colaboradores desde Poldhu, en Inglaterra.

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